En la naturaleza todo canta, todo vibra, cada criatura emite vibraciones que se propa gan a través de ondas musicales. Por eso puede decirse que en la naturaleza todo es música. Hay música en los arroyos que flu yen, en los manantiales que manan, en la lluvia que cae, en el retumbar de los torren tes, en el continuo movimiento de los océa nos y de los mares. Hay música en el soplo del viento, en el susurro de las hojas, en el gorjear de los pájaros... La música de la natu raleza despierta constantemente el sentimiento musical en el hombre; le incita a ex presarse él mismo, bien a través de un ins trumento, o bien a través del canto. Por me dio de la música, el hombre transmite espon táneamente sus sentimientos y sus sensacio nes: es a través de la música que expresa su sentimiento religioso, y también manifiesta sus dolores, sus alegrías, su amor y todas sus experiencias más profundas. La música es una respiración del alma y de la conciencia. Por medio de la música, el alma se manifiesta sobre la tierra. Cuando la conciencia superior se despierte en el hom bre, cuando desarrolle en él las posibilidades de percepción más sutiles, empezará a captar esta grandiosa sinfonía que resuena a través de los espacios, de un extremo al otro del universo, y entonces comprenderá el sentido profundo de la vida. La música despierta en nuestra alma el recuerdo de la patria celestial, la nostalgia del paraíso perdido. Es uno de los medios más poderosos, más poderoso que la pintura o la danza porque es inmediato, instantáneo... De pronto, recordamos que venimos del Cielo, y que es al Cielo donde deberemos volver al gún día. Es cierto que hay músicas que, al contrario, despiertan el deseo de permanecer en la tierra el mayor tiempo posible, pero no es ésta la verdadera predestinación de la música. Todo el mundo oye música, pero en una Escuela iniciática se aprende a escucharla para despertar en uno mismo centros espiri tuales, para proyectarse en el espacio, ele varse, ennoblecerse, purificarse, e incluso para resolver problemas. Escuchando una obra musical, es preciso, ante todo, saber lo que representa, si es una fuerza buena o mala, y a qué puede ser comparada: ¿se pare ce al viento, al trueno? ¿es cómo un torrente, cómo una cascada que se precipita desde lo alto de la montaña, o cómo la electricidad, cómo el calor?.. Cualquiera que sea la fuerza emitida, hay que saberla utilizar. Si es el viento, podéis imaginaros que navegáis sobre una barca con todas las velas desplegadas. Si es la electricidad, podéis accionar ciertos instrumentos espirituales, etc... La música es una fuerza. Cada sonido, cada vibración pro duce movimientos en el espacio y desenca dena poderes en el hombre Cada día, después de las comidas, tengo la costumbre de haceros oír música, pues quiero enseñaros a utilizarla como instru mento de creación interior para que podáis emprender, gracias a ella, un formidable tra bajo espiritual: proyectar ideas, imágenes sublimes que se realizarán un día. Sobre todo, cuando se trata de una música mística, religiosa, profunda, que os eleva y os con mueve... Muchos espiritualistas desecharon la finalidad de la música para efectuar sus trabajos, y se equivocaron. La música puede ser un medio extraordinariamente poderoso para despertar numerosas células adormecidas, para ennoblecerse, transformarse, per feccionarse; no debemos descuidarla. Dejad a los demás que comprendan y vi van las cosas como ellos quieran, pero voso tros que procuráis avanzar por el camino de la vida espiritual, debéis utilizar todo lo que Dios os ha dado. Un discípulo es un ser que sólo piensa en utilizar su tiempo, sus ener gías, todos los materiales que Dios y la natu raleza han puesto a su disposición, para reali zar o ganar algo más. Es como ese servidor del Evangelio a quien su amo, antes de irse de viaje, le confió varios talentos y decidió hacerlos fructificar en lugar de enterrarlos en alguna parte, donde permanecerían impro ductivos. El discípulo es un servidor inteli gente, sensato, que quiere utilizar todo lo que el Cielo le ha dado para hacer un trabajo di vino: ya se trate del aire, del agua, del ali mento, así como del pensamiento, del sen timiento, o de su cuerpo, de sus ojos, de sus oídos; sabe cómo utilizar todo lo que existe en la naturaleza. Sabe trabajar con todo, y se enriquece diariamente sin cesar, mientras que los demás malgastan su tiempo, desperdician sus fuerzas y se empobrecen, porque no tie nen método alguno de trabajo en su mente. Por lo tanto, cuando escuchéis música, sabedla utilizar para hacer un trabajo, para dar forma con el pensamiento a todo lo que deseáis. ¡Deseáis tantas cosas... pero no ha céis nada para obtenerlas! La música os pro porciona todas las buenas condiciones: crea una atmósfera propicia para la actividad mental, es como un viento que hincha la vela de vuestra barca y ésta se aleja, navega hacia un mundo nuevo, hacia el mundo divino. La música es una ayuda poderosa para la reali zación. Es evidente que para uniros al mundo divino no podéis escuchar cualquier tipo de música. Desgraciadamente, en el momento actual, la música se aproxima cada vez más al estruendo, a la cacofonía. Cuando estaba en el Japón, en Osaka, en la Exposición Universal, escuché un concierto de música contemporánea. Era para enfermar, para volverse loco. Al oírla, sentí que esa música ocasionaba la demolición total del ser humano, destrozaba el sistema nervioso. Cabe preguntarse si ciertos compositores no son realmente locos que quieren también enloquecer a la humanidad. Esta ya lo estaba un poco gracias al trabajo de algunos... ¡pero los músicos lo rematarán! Muy pocos músicos han estudiado la ver dadera psicología para saber que los sonidos, la palabra, todas las vibraciones actúan sobre el ser humano. Son leyes físicas. En algunas conferencias os hablé de las experiencias del físico Chladni. Por ejemplo, se esparcen pol vos sobre una placa, que luego se hacen vi brar con un arco. Las ondas vibratorias crean entonces líneas de fuerza (que podríamos llamar puntos vivos), las cuales rechazan las partículas en vibración hacia los puntos que no vibran (los puntos muertos). Estos puntos muertos son los que determinan el trazado de las figuras geométricas. Yo también he realizado esta experiencia, y he sacado la conclusión de que esto es exactamente lo que sucede con el ser humano. Los sonidos que oímos, producen en no sotros figuras geométricas; aunque no las veamos, bajo el efecto del sonido, bajo el po der de las vibraciones, partículas infinitesi males de nosotros se organizan para formar figuras. Este es el motivo por el cual, cuando escucháis ciertas músicas contemporáneas tan cacofónicas, esta estructura, esta armonía que está en vosotros, este orden preestableci do por el Creador, acaba por dislocarse. Observad a la juventud: prefiere una mú sica excitante que le embriague, que le haga gesticular, contorsionarse. La otra música, la de los grandes compositores, Mozart, Bee thoven, Haydn, es para la gente mayor según parece. Pues bien, estos jóvenes no han com prendido nada, ignoran que esa música que les gusta, sólo despierta en ellos impulsos de la mayor ligereza e inconsciencia. Ciertos tipos de música tienen efectos muy nocivos sobre el comportamiento y la sensibilidad, pero los jóvenes no se han detenido a estu diar los efectos que esa música que les gusta produce en ellos, ni hacia donde les empuja. No quieren saberlo, buscan tan sólo lo que les "dice algo", lo que es placentero en el momento presente, sin prever lo que les ocasionará en el futuro, qué locuras cometerán, debido, precisamente, a los estados que esa música habrá despertado en ellos. No quiero decir, sin embargo, que tan sólo haya que escuchar música mística: mi sas, oratorios, réquiems... En ocasiones, os hago escuchar cantos folklóricos, sobre todo tiroleses. Es beneficioso oír cómo esos chicos y chicas cantan, silban y bailan.
Etiquetas: Ciencia y Tecnología, Concienciación, Espiritualidad
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